Ibermúsica recibió el martes 13 de febrero a la prestigiosa NDR ElbPhilharmonie de Hamburgo con el pianista Igor Levit como solista y la dirección de su titular, el estadounidense Alan Gilbert. El concierto formó parte de una gira internacional que también pasó por Oviedo (15 de febrero), Düsseldorf (17) y Hannover (18). Interpretaron el Concierto para piano y orquesta núm. 3 de Bela Bartók, uno de las composiciones más complejas del repertorio de concierto para el instrumento de tecla, y la Sinfonía núm. 1 de Brahms, composición a la que Hans von Bülow acostumbraba a llamar “La décima de Beethoven”.
Recogemos en esta entrada algunas de las críticas cosechadas en su visita a nuestro país.
<< La orquesta hamburguesa, hasta 2016 Orquesta Sinfónica de la NDR, mantiene sus cualidades: sonido amplio y bien ensamblado, de espectro oscuro, equilibrio entre familias, flexibilidad, justeza de ataques y afinación irreprochable. Aquellas que desde el año de su fundación, 1945, la caracterizaron y que fueron perfeccionadas por sus sucesivos titulares: Schmidt-Isserstedt, Wand, Eschenbach, Von Dohnanyi, Hengelbrock y ahora, desde 2019, Gilbert. El maestro neoyorkino mantiene al conjunto en excelente forma, algo que se pudo apreciar especialmente en la interpretación de la Sinfonía nº 1 de Brahms, que nació tras una bien planificada introducción, presidida por la famosa intervención del timbalero. Todo fue bien fraseado y estructurado (…) Gilbert no se arredró lo más mínimo y dejó que todo fluyera de forma natural. Como en la propina, la habitual Danza húngara nº 5 del propio Brahms, que el director propuso con curiosos rallentandi, un aspecto a destacar de sus características directorales. Se erige en el podio con especial prestancia y agilidad. Maneja estupendamente las grandes líneas y establece un riguroso control de las progresiones >> La Razón (Madrid)
<< Hizo bien el ruso nacionalizado alemán en entender que el Adagio religioso, con ese coral de diseño sencillo, solemne, de indudable carga emocional, es en realidad, alejado de todo aparato, el verdadero centro de la obra. Lo expuso Levit con matiz exquisito, dibujando una atmósfera muy apropiadamente contemplativa, exprimiendo con acierto una dinámica ancha y bien graduada. Gilbert, que había ofrecido un acompañamiento atento y cuidado en el primer tiempo, se implicó aún más en este segundo, consiguiendo momentos de gran efecto (…) en ese Allegro vivace donde Levit desplegó, con un tempo vivo, pero nunca exageradamente acelerado, una lectura de envidiable nervio y vitalidad, con estupendo impulso rítmico, que culminó con un final (Presto) brillante, de gran intensidad. Gilbert, como en el resto del concierto, se fundió con acierto en ese clima, ayudado por una estupenda prestación orquestal, con un timbalero que se lució en su capacidad de matiz en este movimiento. Éxito grande de ambos (…) La orquesta confirmó la gran clase de muy sólida formación que ya mostró en su última visita, y que no es sino la continuación de una historia sobresaliente >> Scherzo (Madrid)
<< Rendidos a una actuación estelar de la NDR Elbphilharmonie, los melómanos ovetenses envolvían anoche en una cerrada y larga ovación a la orquesta alemana, cuando aún no sabían que iban a vivir uno los momentos más intensos de la temporada en el Auditorio. Finalizado el programa, el titular de la agrupación de Hamburgo, Alan Gilbert, empuñó la batuta para interpretar una hermosa versión del «Asturias, patria querida», cuyo arreglo corresponde a Simone Candotto, trombonista de la propia orquesta. Conforme la pieza cobraba intensidad y gnaba en emoción, iría levantando de sus butacas a todos los asistentes hasta culminar con el Auditorio completamente en pie y con más de uno con la vista nublada por el llanto. Fue un instante inolvidable, de los que erizan el vello y justifican la entrada >> La Nueva España (Oviedo)
<< La segunda parte estuvo dedicada a un paisano de los músicos de la Filarmónica de las orillas del Elba: el hamburgués Johannes Brahms y su ‘Sinfonía N.º 1 en do menor’. Está claro que una orquesta hamburguesa tiene que haber el mejor Brahms y así fue. Parecía que los músicos se ponían a vivir juntos de acuerdo, respirando al unísono, mientras el director Alan Gilbert, dirigiendo de memoria, proyectaba una sonoridad compacta, frases muy ligadas y esa cualidad tan brahmsiana en la que parece que todo va conduciendo hacia un clímax final. Ese clímax llegó con el portentoso cuarto movimiento, un prodigio sinfónico desde todos los puntos de visita >> El Comercio
Fotografías: Rafa Martín/Ibermúsica