La Belgian National Orchestra debutó en Ibermúsica el pasado miércoles 12 de abril con el maestro Josep Vicent a la batuta y el guitarrista Pablo Sainz-Villegas como solista invitado en la que también fue su presentación en el ciclo. La velada en Madrid fue la primera parada de una gira que les llevó, además, a L'Auditori de Barcelona (Ciclo BCN Clàssics) y al Palacio de Congresos de Zaragoza.
En su presentación en Ibermúsica, la agrupación ofreció un colorista programa protagonizado por una de las obras más destacadas del repertorio español: el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo con Sainz-Villegas, que cerró su aclamada aparición con dos propinas de Francisco Tárrega, Gran Jota y Recuerdos de la Alhambra. Abrieron el programa con el poema sinfónico de Franck El cazador maldito y, en la segunda parte, ofrecieron dos de las obras más interpretadas de Ravel: La Valse y su emblemático Bolero. Tras la gran acogida del público madrileño, Vicent y la Belgian National Orchestra interpretaron Amorosa de las Diez melodías vascas de Jesús Guridi y, de nuevo, el final del Bolero.
Estas son algunas de las impresiones recogidas por la prensa.
<< Estuvo Sáinz-Villegas muy acertado en todas sus decisiones, el tempo, la paleta sonora del instrumento, la musicalidad, su diálogo con la orquesta... y su expresividad corporal, que sin ser desmedida, mostraba que estaba disfrutando de su trabajo. Fue creciendo según transcurría el segundo tiempo y terminó el tercero con una tensión que dejó al público entusiasmado. Le ayudó en esto la orquesta que lo acompañaba, acoplada a la perfección a la sonoridad de la guitarra clásica, tan difícil de medir y hacer brillar, y su director, que estuvo pendiente de que el trabajo fuera conjunto. Resplandeció la obra en esta versión, espléndida, del Concierto de Aranjuez. (…) El Bolero de Ravel, que como sucedía con el Aranjuez, es una obra tan popular que programarla es muy peligroso: los músicos deben defender con firmeza su versión para responder a las expectativas. Lo consiguió esta orquesta, gracias al trabajo conjunto y la inestimable dirección de Josep Vicent, luchador hasta el final, los condujo con claridad y mucho ánimo por esa eterna frase musical que en sus sucesivas repeticiones va incorporando músicos y música. El público aplaudió satisfecho, y es que, ciertamente, la programación del concierto era de disfrute y los músicos supieron aprovecharlo >> Ritmo
<< [Sáinz-Villegas] Lo suyo fue mucho más que tocar maravillosamente la guitarra, con una claridad de articulación exquisita en la que no se perdía detalle. Lo suyo fue una lección magistral de decir la música con ese grado justo de fantasía y sensibilidad que demandan sus solos del segundo movimiento, consiguiendo un perfecto equilibrio entre la riqueza de expresión y la fluidez y naturalidad del discurso, sin que en ningún momento hubiera el menor atisbo de almibararlo. Culminó ese soberbio segundo tiempo con una cadencia dibujada de manera magistral (…) causa asombro la capacidad del logroñés para presentar una paleta de colores, timbres, resonancias y matices que escapa a lo que puede pensarse a priori que la guitarra es capaz de conseguir (…) fue una lección de cátedra de cuánto, cómo y en cuánta variedad se puede extraer sonido de la guitarra >> Scherzo
<< Partiendo de la aplicación de una amplísima gama de dinámicas y de un proverbial sentido del color, el guitarrista recreó con multitud de matices la conocida partitura, enriqueciéndola con su sesgo particular. El mayor mérito del director fue ceñirse a los dictados del solista, al que raramente tapó (…) La sesión se había abierto con el no muy frecuente poema sinfónico de Cesar Franck «El cazador maldito». La versión, bien controlada en lo dinámico, con un plausible inicio a cargo de cuatro sonoras trompas y una exposición de acontecimientos bien ordenada, con ascensos al «fortissimo» muy contundentes, nos sirvió para apreciar la potencia de la Orquesta belga (…) Vicent es maestro de línea directa, expresivo, a veces gesticulante, arrojado y caluroso. Sabe moverse en el podio con brazos de compás muy abierto y mando claro y alado. Acometió las dos obras de Ravel programadas con su habitual entusiasmo >> La Razón