El jueves 16 de mayo en Ibermúsica ofrecimos un concierto único en España con la Budapest Festival Orchestra y su fundador y director musical Iván Fischer. La agrupación rindió homenaje a la música de Johannes Brahms con un programa monográfico que incluyó sus Danzas húngaras núm. 14 y núm. 21, la Sinfonía núm. 4 y su Doble concierto para violonchelo y violín, obra en la que acompañaron a Steven Isserlis y a Veronika Eberle en su interpretación. Como propinas, los solistas ofrecieron el movimiento lento de la Sonata para violín y violonchelo de Ravel, mientras la orquesta soltó sus instrumentos para deleitarnos con sus propias voces y poner en pie al auditorio con una emocionante pieza coral de Brahms, Abendständchen, Op. 42, Núm.1.
Estas son algunas de las críticas del concierto:
<< Se necesitan intérpretes excepcionales para ofrecerle un buen Brahms al público. No sirven sólo virtuosos tocafusas. Para este compositor, debes poseer firmeza intelectual y emocional. Por suerte, en esta ocasión estuvo defendido por mentes y manos idóneas. La Budapest Festival Orchestra es una de las mejores orquestas actuales, y si además está dirigida por su fundador, Iván Fischer, el éxito llega solo. Llega solo porque la complicidad que han generado durante treinta años es propia de una gran familia, y un solo gesto del director, por mínimo que parezca, esconde una comunicación completa (…) El sonido vibra en todo momento gracias a una energía que nunca desfallece. Esto podría hacer peligrar tanto la cohesión tímbrica como la trama del discurso, pero no sucede así. Las familias instrumentales forman un organismo unificado. Los pentagramas menos fuertes no pierden dinamismo, mientras que los clímax se alcanzan sin histrionismo, con una naturalidad pasmosa (…) Veronika Eberle y Steven Isserlis no se limitaron a ejercer de invitados, sino de parientes. En Brahms incluso un dúo puede resultar sinfónico gracias a las oleadas de sonido que nace de los instrumentos, también desde su dimensión más íntima, y Eberle e Isselis lo demostraron en esos fragmentos en los que jugaron (porque jugaron) a solas. Jugaron y, casi literalmente, bailaron. Pero cuando jugaron (porque jugaron) con la orquesta, en ningún momento fueron barridos por esta. Al contrario: demostraron el mismo empuje, cuidado tímbrico y conocimiento del colectivo, y todo con una sincronización absoluta. Dos intérpretes impecables técnicamente, sí, pero además dos mentes profundas, lo que requiere Brahms >> Ritmo
<< [Cuarta] una versión impecable, que comunicó y a cuya sonoridad ayudó la colocación de la plantilla, con los ocho contrabajos en el centro de la parte superior del estrado y los timbales a su derecha. Una orquesta con un sonido muy centroeuropeo en su cálida y empastada cuerda y con solistas de nivel en el viento, como la flautista, estupenda en el vibrante movimiento final. La combinación de la destreza interpretativa de los músicos y la riqueza emocional de las obras de Brahms logró caldear el ambiente para que, para finalizar, llegase una sorpresa, ya que los músicos cantaron a capella el coral “Abendständchen”, la primera de las canciones para coro mixto, Op.42 del mismo Brahms. Una forma peculiar y gratificante de terminar un concierto de lujo >> La Razón
<< [Danzas húngaras] Creo innecesario decir que la interpretación fue impecable, que la versión de Fischer y sus huestes es uno de los principales modelos para estas obras, o si lo prefieren, que son 'clásicos' por antonomasia (…) [Cuarta] una de las mejores versiones que he escuchado nunca. Aquí el concepto de Fischer no fue discutido, esta es su orquesta, él la fundó en 1983 -junto a Zoltán Kocsis- y a lo largo de estos más de cuarenta años juntos (y varios cientos de conciertos y más de setenta discos) han creado un sonido propio, un modo de hacer Brahms, que ahora ya entremezcla espléndidamente novedad y tradición. Hubo perfección sin duda, pero sobre todo emoción (…) También fue un recurso teatral, un juego de magia, la exageración de los violines machacones contrastando con unos metales ruidosos y en general mostrando un sonido burdo, que nuevamente era un elemento buscadísimo y perfectamente ensayado. La soltura de los dos movimientos finales, con un Fischer en estado de gracia, provocó la correspondiente tormenta de aplausos con que terminó esta Cuarta sinfonía, y las numerosas salidas a escena de Fischer, aplaudido una y otra vez >> Mundoclásico
<< Música deliciosa, llena de luz y aliento lírico. Nos llegaron en preciosas traducciones de Fischer y sus músicos, porque la orquesta lleva esta música en sus venas, y Fischer construye el discurso con un dominio envidiable de respiraciones y rubato, de manera que sus frases llegan siempre elegantes, fluidas, naturales y con una lógica difícil de rebatir. Una delicia (…) [Eberle e Isserlis] Armados ambos con sendos Stradivarius, brindaron una hermosa versión de este concierto brahmsiano (…) Eberle lució sus conocidas virtudes: sonido lleno, de notable presencia, bien matizado, justo en un vibrato que no distorsiona ni distrae, sino que hace justamente lo que debe: embellecer sin difuminar. Muy precisa en la afinación, la bávara ofreció una contribución sobresaliente (…) El éxito fue grande, como cabía esperar (…) [Cuarta] Fischer no regateó en el voltaje. Dibujó un final trepidante, que puso el énfasis en la segunda parte de la indicación del movimiento (passionato). Sobresaliente prestación de la orquesta, en todas sus familias, a lo largo de todo el concierto, con las menciones específicas ya apuntadas (…) los húngaros aún reservaban una sorpresa. ¡Y qué sorpresa! La primera de las canciones Op 42 para coro de Brahms, Abendstänchen… cantada por la propia orquesta, que dejó sus instrumentos para hacer de coro… ¡y vaya coro! Los asistentes estábamos, creo que, del primero al último, literalmente perplejos (…) Eso de ver a una orquesta cantando, y de esta forma, no es cosa de todos los días. Tampoco lo fue, dicho sea de paso, el resto de este excelente concierto >> Scherzo